Ante una inminente anexión de territorios en disputa en la Ribera Occidental del Jordán, cabe repasar en la historia reciente cada vez que Israel actuó por medio de acuerdos y por sí solo.
Por Luciano Safdie
La realidad puede cambiar en cualquier momento, pero es probable que Israel avance en la anexión de sectores de Cisjordania en los próximos días u horas. No está claro cuál es el plan. No se sabe exactamente qué territorios serían ni cómo se conectarán con otros, ni siquiera el status de los palestinos que quedarían dentro de ellos. Una cosa sí es segura: de realizarse, se trataría de una decisión y acción unilateral por parte del Estado de Israel y no de un acuerdo.
Esta vez tiene que ver con el plan de paz presentado por Donald Trump y su gobierno (y familia), el autodenominado “Acuerdo del Siglo” (¿puede algo tan grandilocuente terminar bien?). Tanto el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu como su ahora aliado Gantz habían incluido en campaña promesas de soberanía sobre territorios y desde el momento en el que se acordó el gobierno de unidad, todo parecía listo para avanzar en esa dirección. Por su parte, los palestinos han rechazado el plan de Trump una y otra vez. Apenas formado el nuevo gobierno israelí fueron tajantes en negarse a negociar con ese papel sobre la mesa y comenzaron su propia agenda unilateral. El 18 de mayo, el primer ministro de la Autoridad Palestina, Mohammad Shtayyeh, encabezó un encuentro virtual del Comité para los Derechos de Palestina en Naciones Unidas, donde llamó a buscar alternativas multilaterales a este organismo, para conseguir que más Estados reconozcan a Palestina, al tiempo que condenen y boicoteen a Israel. Ese mismo día se adelantó a lo que sucedería poco después: La Autoridad Palestina anunció una vez más la suspensión de toda cooperación con Israel en distintas áreas, por ejemplo seguridad, aunque en los hechos no significó ni de cerca un fin. Todo este panorama deja a Israel en una posición que no es nueva. La unilateralidad a la hora de tomar decisiones de soberanía, territorialidad y seguridad.
¿Cómo le fue a Israel tomando decisiones de forma unilateral? ¿Hay algún cambio significativo en el resultado para el Estado judío cuando toma decisiones solo que cuando llega a acuerdos?
“Vamos por ustedes” se puede leer sin largavistas en un cartel en hebreo y árabe desde Metula, la ciudad más septentrional de Israel. Quien lo advierte es el ayatola Jomeini, desde territorio de Hezbolá en Líbano. Cuando en 1999 el primer ministro Ehud Barak anunció que para julio del año siguiente Israel se retiraría del Líbano, algunos analistas especulaban que esto tenía que ver con negociaciones que se llevaban a cabo en pos de acuerdos con Siria, pero finalmente la retirada en julio del 2000 fue unilateral y antes de las fechas límites que se habían fijado. Todo se dio en medio de escaladas de agresiones entre Hezbolá y otras milicias (incluido el recordado asesinato de Aql Hashem, coronel de la milicia cristiana Ejército del Sur del Líbano). Ni Líbano, ni mucho menos Hezbolá fueron parte de esa transición. Seis años después se desataba la Segunda Guerra del Líbano.
¿Cómo es la situación en la frontera norte de Israel 20 años después de esta decisión unilateral? Hezbolá controla completamente el sur de Líbano y más allá de protestas leves que suceden desde el año pasado contra este grupo terrorista, no parece haber ninguna situación de crisis y desestabilización en la política libanesa que afecte su dominio y autonomía. Sumado a eso, Israel calcula que cerca de la frontera, la milicia esconde arsenales que se cuentan de a miles y los conflictos internos en Siria e Irak de los últimos diez años están facilitando un corredor entre la franquicia de Nasrallah y la casa central de Jamenei en Teherán. Todo eso sin contar el expertise que ganaron los milicianos y líderes de Hezbolá en las primeras filas del enfrentamiento en las guerras civiles sirias. Es decir que, 20 años después de esa decisión unilateral, Israel tiene en el norte un conflicto que cree listo para estallar desde hace al menos cinco años, contra una milicia más poderosa que el mismo ejército libanés, con experiencia creciente y más facilidad de vías de contacto e intercambio con y desde Irán. Hoy, una escalada en la frontera con el Líbano sería un enfrentamiento entre Irán e Israel, con un Hezbolá bien aceitado.
Otra decisión unilateral israelí de la historia reciente fue la retirada de Gaza. La última gran acción de Ariel Sharon, que defendió frente a los congresistas de su partido con las recordadas palabras “la ocupación es mala para nosotros y para ellos”.
Fue tan unilateral esta decisión que quedó en la historia la imagen de los soldados sacando a los colonos a la fuerza. Para agosto de 2005, los civiles fueron retirados y no quedaba un solo israelí en la franja. Por primera vez en miles de años no había más judíos allí. Pero esto no fue parte de ninguna negociación de paz, no había ningún compromiso del otro lado. Menos de un año después, Hamás formó su propio cuerpo de seguridad, que ya no respondía a la Autoridad Palestina, y tras ganar elecciones legislativas y un conflicto con Fatah con entre 300 y 600 muertos, tomó el poder en la franja y echó al partido de Arafat y Abás.
¿Qué sucedió cuando Israel se retiró de territorios que, igual que los mencionados, sostenía por cuestiones de seguridad, pero por medio de negociaciones y acuerdos? La historia parece distinta.
Egipto es el caso más emblemático. Luego de los acuerdos de paz apadrinados por el demócrata Jimmy Carter, por los que Israel abandonó las posiciones en el Sinaí entre 1979 y 1982, y firmados los de Camp David, no hubo agresiones significativas. Ambos países intercambian turismo, los pasos fronterizos están ordenados, e incluso ambos toman medidas similares frente a la presencia de Hamás tras sus fronteras. Sin ser amigos, hoy la paz no peligra, pese a que Israel no es precisamente un país popular entre los egipcios. Pero no se trata de hacer amigos, sino de vivir en paz el uno al lado del otro y eso es lo que sucede ininterrumpidamente desde hace más de 40 años, con embajadores y todo. Los egipcios intentan sin éxito ser intermediarios y trascendentes para resolver el conflicto palestino-israelí. La poca influencia de Egipto hoy en el mundo árabe, el país que otrora lideraba las agresiones conjuntas contra el Estado Judío, puede también contarse como un poroto para Israel a la hora de pensar los beneficios de haberse sentado a charlar antes de irse.
Similar es lo que ocurre con Jordania. Relaciones diplomáticas estables desde 1994, turismo entre ambos países y tránsito normal de personas (algo que beneficia sin duda a ambos) y autoridades jordanas que, salvo con cassette y en momentos donde es ineludible, no juegan a ser referentes locales de la beligerancia del mundo árabe contra Israel, una causa cada vez menos árabe, aunque no menos presente y agresiva.
¿Cómo se logró semejante milagro? Israel hizo uso de algo de lo que supo mucho antes que gran parte del mundo y durante miles de años de diáspora y exilios: firmó un contrato con el Rey Husein I. Su control sobre el barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén tampoco se vio cuestionado ni afectado por Israel, pese a intentos de desestabilización con acusaciones de querer quedarse con la mezquita de Al-Aqsa o la crisis desatada cuando Netanyahu quiso instalar detectores de metales, nunca pasó a mayores porque, justamente, hay un acuerdo que se cumple, al que las partes se deben atener. La anexión unilateral en sectores de Cisjordania pondría en peligro este tratado de paz y la cooperación de seguridad con Jordania.
Y el más emblemático, el acuerdo que más discusiones puede traer, del que no se pueden sacar conclusiones tajantes, es el que se relaciona con estos probables anuncios inminentes.
Los Acuerdos de Oslo, firmados por el entonces primer ministro israelí Isaac Rabin y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, implicaron por un lado el reconocimiento mutuo, que hoy parece estar en crisis, y por el otro el comienzo de la cooperación entre ambas partes, que sigue vigente.
La Segunda Intifada, violenta revuelta palestina comenzada en el año 2000, implicó casi cinco mil muertes entre ambos bandos. Luego, y en especial durante los últimos diez años, con la crisis entre Fatah y Hamás mediante, la cooperación creció. No es un mar de rosas, pero tal como acordaron, ambos colaboran, frustran atentados y los pobladores pasan de un lado al otro, no sin obviar los puestos de control, fuerte punto de reclamo por parte de los palestinos, aunque también acordados por ambas partes en 1994. No se dice lo suficiente, pero los israelíes colaboran con los palestinos y los palestinos colaboran con los israelíes. La anexión pondría en peligro la coordinación con las fuerzas de seguridad palestinas que hacen su aporte para que Hamás no pueda operar allí cómodamente.
Las imágenes de las manifestaciones en Gaza convocadas por Hamás durante el traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén en 2018 dieron vuelta al mundo. En Cisjordania y en Jerusalén Oriental también hubo manifestaciones, pero de otra naturaleza y con saldos totalmente distintos. Esto es producto de esta colaboración, que, aunque a muchos les cueste ver, lleva años de existencia y continuidad.
Es cierto que en Cisjordania, desde los libros escolares se enseña a los niños palestinos a odiar y atacar a judíos. También en los sitios oficiales de los, para muchos, aliados para la paz de Fatah, hay imágenes glorificando a asesinos de civiles israelíes y continúa la política de remuneración para las familias de estos. Es cierto también que los israelíes creen cada vez menos en la solución de dos Estados. ¿No es cierto también que hoy Israel no tiene ningún problema para asegurar sus necesidades de seguridad en el Valle del Jordán? ¿Qué cambio realizado unilateralmente en ese lugar puede mejorar su posición de vital importancia allí?
Israel y Palestina manejaron la crisis del COVID de forma ejemplar, no solo en el contexto regional, sino mundial. gran parte de eso tuvo que ver con la estrecha y temprana colaboración en capacitación e intercambio de material ¿Hubiera sido esto posible sin acuerdos previos?
Hay motivos para pensar que, desde el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, hacia abajo, nadie en Ramala quiere ni está dispuesto a pagar hoy el precio político de una foto con Netanyahu. Las presiones, que ni siquiera parecen venir de un mundo árabe cada vez menos hostil hacia Israel, son inmanejables para ellos y la figura de su líder no parece contar con espacio para maniobras audaces. También es cierto que Israel paga el precio por acciones unilaterales, en algunos casos desde hace 20 años. Y, por el contrario, el apretón de manos con el líder egipcio Anwar el-Sadat en 1978 le sigue dando buenos resultados. Los últimos 40 años nos dicen que jugar sin contratos, en el juego de Israel y sus vecinos, parece ser más perjudicial para Israel que para sus vecinos.
En Los pocos elegidos, Maristella Botticini y Zvi Eckstein investigan sobre el papel crucial que tuvo la educación en el desarrollo del pueblo judío desde el exilio hasta el siglo XV. Entre sus principales ideas está su discusión con la noción de que los judíos desarrollaron habilidades para el comercio porque “no podían comprar tierras”.
En la época del templo, los sacrificios eran la forma de practicar el judaísmo. En la diáspora, sin opción de sacrificios de animales, empieza paulatinamente la etapa rabínica. El sacrificio ritual es reemplazado por el estudio de la Torá como la forma en la que el pueblo judío practicaba esta cultura, es decir, solo se podía ser judío estudiando.
La alfabetización temprana permitió a los judíos llevar bien las cuentas y poder dedicarse al comercio con más efectividad. También por la capacidad para redactar y firmar contratos, es decir negociar y firmar acuerdos.
Si los contratos permitieron a los judíos sobrevivir, e incluso vivir con prosperidad cuando no podían ser propietarios de tierras ni tener certeza de permanecer en un mismo lugar por mucho tiempo, quizás no sea la idea más conveniente obviar la importancia de llegar a acuerdos entre las partes.
Luciano Safdie
Comunicador social y productor periodístico.