Por Tomás Mojo
En medio del panorama internacional en que nos encontramos sumidos debido al Covid-19 y las conflictividades emergentes que éste trae, una medida disruptiva cambió el foco de las miradas, por lo menos, en Medio Oriente.
El “Acuerdo Abraham” o mejor conocido como el Acuerdo de Paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, ha supuesto un parteaguas en las relaciones diplomáticas de Oriente. Cabe recordar que los tratados de normalización de relaciones con los vecinos fronterizos no sufrían grandes sobresaltos desde 1994, con la firma de la regularización de las relaciones con el Reino de Jordania.
Esta medida, cuyo nombre nos recuerda no sólo al Patriarca Abraham y el pacto celebrado con el Pueblo Judío, sino también los numerosos puntos de conexión existentes entre Medio Oriente y su gente, puede suponer un cambio positivo en el entramado de poder existente.
Emiratos Árabes Unidos, un país de reciente independencia -1971- al igual que el Estado de Israel -1948- dentro de la lógica moderna de los Estados Nación, ha inaugurado lo que se espera sea un paulatino pero exitoso camino en el restablecimiento de relaciones de paz en la región. Así lo han demostrado algunas expresiones públicas de otros países, como Bahréin y Omán.
Así como la política de anexión ha traído conflictos internos y externos, la generación de espacios de interacción y comprensión de las necesidades, características y complejidades supone un cambio exponencial en la cosmovisión del conflicto. La necesidad finca, probablemente, en el establecimiento de una lógica que permita comprender la importancia de rescatar valores de coexistencia del mundo judío con el árabe.
Y es aquí donde la historia del Holocausto nos brinda un ejemplo significativo de coexistencia, protección y hermandas.
Los judios de Marruecos
La presencia judía en Marruecos puede ser rastreada, incluso, hasta la caída de Cartago. De todos modos fue la expulsión de la Península Ibérica el motor que catalizó el aumento exponencial de la población norteafricana. Así es como los judíos locales, toshavim, incorporaron a los de origen sefaradí, megorashim, que aunque nunca integraron una comunidad única, convivieron en los mismos barrios durante cientos de años. El corolario de ello fue que, antes de la Segunda Guerra Mundial, la población judía local rondara los 300.000 (aunque hoy queden aproximadamente unos 4.000). Incluso, debe recordarse que el carácter de “ciudad internacional” de Tanger permitió que numerosos judíos que escapaban del nazismo europeo pudieran recalar en Marruecos y salvar sus vidas.
Y todo ello fue posible gracias a Mohammed V. El sultán asumió el poder a una joven edad, fomentado por Francia, que creía que resultaría un sujeto de fácil dominio político.
Así, cuando el país quedó sumido en el control del gobierno colaboracionista de Vichy, la metrópoli se llevó una gran sorpresa: a pesar del status legal de las leyes anti judías, publicadas en el boletín oficial, Mohammed V se negó a aplicarlas.
Es famosa su frase “en Marruecos no hay judíos, tan sólo marroquíes” y, obviamente, ello le valió la existencia de conflictos severos con el gobierno central. En 1985 se encontró un telegrama titulado “disidencia”, fechado el 24 de mayo de 1941, donde René Touraine, funcionario del gobierno de Vichy en Rabat, expresaba la disconformidad que generaba la negativa del sultán a aplicar las leyes antijudías, siendo impensable lo acontecido en el banquete anual. Esa comida, celebrada cada año con motivo del aniversario de su reinado, tuvo por protagonistas a los judíos: Mohammed V decidió invitar a los representantes comunitarios y, para su sorpresa, los sentó al lado de los oficiales del gobierno francés.
Si bien en algunas partes de Marruecos sí existieron las leyes antijudías -encierro en barrios detemrinados, cuota de alumnos secundarios y universitarios, entre otras- lo cierto es que el rey impidió que los judíos llevaran señales distintivas, fueran deportados y, mucho menos, asesinados.
Incluso, es dable recordar que en 1948, ante las revueltas del mundo árabe por la independencia del Estado de Israel, fue quien recordó a su pueblo que los judíos debían ser protegidos en tanto ciudadanos. Desgraciadamente el rey, luego de la independencia de Marruecos y el establecimiento de una monarquía constitucional que sigue hasta nuestros días, falleció en 1961.
La lección
Parafraseando a Mohammed V, “no hay enemigos, sólo habitantes de Medio Oriente” y así como en numerosos momentos trascendentales de la historia del pueblo judio las autoridades marroquíes supusieron la protección de la población judía, hoy más que nunca debemos rescatar la historia de la coexistencia con el objetivo de generar un marco de actuación democratico y plural que permita pensar la existencia de relaciones diplomáticas y pacíficas en Medio Oriente.
Así como a menudo una decisión política -tal como sucedió con Mohammed- significó la protección de los judios por ser provenientes de la religión abrahámica, hoy más que nunca debemos bregar por una salida democrática, coexistente y comprensiva de todas las asimetrías existentes para tener, de una vez por todas, un Medio Oriente en paz.
Tomás Mojo
Abogado y docente especializado en Derechos Humanos y estudios sobre el Holocausto.