El 23 de marzo los israelíes irán a las urnas por cuarta vez en dos años. Nada garantiza que sea la única vez en 2021, y aunque la voluntad popular sea importante y le dará herramientas de negociación a cada facción, lo fundamental va a ser lo que pase después, cuando de uno y otro lado luchen por formar gobierno.
Por Diego Mintz
Gracias a la austeridad y el sentido común de los tiempos de la fundación del Estado, Israel tiene un parlamento unicameral, con una sola elección general nacional sin distritos. Las boletas y los candidatos son iguales desde Eilat a la Galilea, y aunque el voto es muy distinto en Tel Aviv y Jerusalén, en los kibutz y en los asentamientos, en las aldeas árabes y en los barrios ultraortodoxos, esto no tiene importancia legal.
La Knesset (asamblea) consta de 120 miembros, uno de los cuales es el primer ministro. El resto de los ministros que conforman el gabinete son, en teoría, también legisladores, pero la aprobación el año pasado de la Ley Noruega les permite ceder sus bancas al siguiente de su lista.
Para acceder al parlamento cada lista debe superar el relativamente alto umbral de 3,25% de los votos. A partir de ahí, las bancas se reparten por un clásico sistema D’Hondt. La matemática de este umbral da que el mínimo de bancas que puede obtener una lista es de 4. Hay dos maneras de evitar que los votos se desperdicien si no se llega al 3,25%. La más elemental es formar una alianza y una lista única, y repartir los escaños en base a algún acuerdo. Ya veremos ejemplos de eso. También hay un mecanismo posterior; dos listas pueden presentar un acuerdo de remanente, y aprovechar los votos que les sobran a ambas, superen el umbral o no, para reclamar bancas adicionales en el reparto del D’Hondt.
Hay una sola cosa segura en la política israelí: ningún partido jamás conseguirá por sí solo los 61 mandatos que hacen falta para formar gobierno. No pasó ni va a pasar. Y esta seguridad la tenemos porque la política local no se mueve por un solo eje, sino al menos en tres, con varios matices: izquierda o derecha, religioso o secular, judío o árabe. Dentro de los religiosos hay subdivisiones importantes también, que complejizan aún más el panorama. No sólo un único líder nunca podrá reunir a la mitad de los votantes bajo su figura, tampoco lo podrá hacer, tan linealmente, en su contra. Es complejo unir fuerzas en cualquier caso, ya sea a través del amor o del espanto.
El jueves cerró el periodo de presentación de listas, y ya sabemos con precisión quiénes van con quién el 23 de marzo. Hagamos un repaso, siguiendo el orden de intención de voto de las últimas encuestas, de quienes tienen chances de superar el umbral. Los dejo con los artistas.
LIKUD
No hay dudas de que el partido reinante sacará más bancas que todos los demás, alrededor de 30. Netanyahu gobierna desde 2009 y un mes con viento a favor puede darle el impulso necesario para formar gobierno a su coalición, algo que no pudo hacer en las dos elecciones de 2019 y que en 2020 sólo fue posible cuando Benny Gantz, que había salido segundo, accedió a un gobierno de unión nacional que terminó destruyendo su propia carrera. Será tarea del presidente Rivlin ofrecer la posibilidad de formar gobierno al partido que más chances parezca tener una vez que se confirmen los guarismos. Si bien Rivlin es de Likud, no está en duda su imparcialidad y criterio, y no será escandaloso que se lo ofrezca a Netanyahu, quien al día de hoy no llega pero no está lejos. Likud es un partido de derecha, pero en términos relativos al espectro general de hoy en día, está prácticamente en el medio. En esencia es secular, como la mayoría de sus políticos, pero tiene mucho apoyo de religiosos de distintas corrientes.
YESH ATID (Hay Futuro)
Para las tres primeras elecciones de este ciclo, Yair Lapid decidió juntar fuerzas con Gantz y crear Azul y Blanco. Aceptó un acuerdo de rotación con Gantz, ser segundo y asumir como primer ministro en la segunda mitad del mandato. Cuando Gantz cayó en la trampa de Bibi en 2020, Lapid agarró sus cosas y volvió a su partido personalista (que hoy le reclama elecciones). Segundo en intención de voto, con alrededor de 15 mandatos en las encuestas, no hizo mal negocio. Si Netanyahu tiene una mala performance, y algún que otro astro más también se alinea, Lapid podría tener posibilidades de formar gobierno.
TIKVÁ JADASHÁ (Nueva Esperanza)
Verán muchas maneras distintas de escribir el nombre de Guidón Saar, pero la manera fonética correcta de hacerlo es esta. Saar fue likudnik toda la vida, y está probablemente un poco más a la derecha que Netanyahu, pero desde hace años se mostró como opositor dentro del mismo partido, al punto que el año pasado lo forzó a internas, que Bibi ganó cómodo. A Saar tampoco le quedó más remedio que crear un partido nuevo, que se alimenta de quienes gustan del Likud y la derecha más bien secular, pero religious-friendly, y no quieren saber más nada con el primer ministro. En una eventual negociación con los palestinos, su postura podría ser más dura que la de Netanyahu, pero menos que la del partido que sigue. No se descarta que pueda llegar a algún acuerdo con Lapid, con quien tal vez lo separen más cosas de las que lo unen, pero aquí hay una sola fundamental: “Bibi no”. Vale aclarar que en el primer gesto de acercamiento, Yesh Atid y Tikvá Jadashá acordaron juntar sus remanentes de votos para que quien tenga más votos sume una banca más.
YAMINA (Hacia la derecha)
Hasta el anuncio del nuevo partido de Saar, Naftali Bennett se estaba probando el traje de líder de la oposición y de una posible coalición alternativa. Pero su rechazo al primer ministro, a pesar de una disputa personal declarada, no es lo suficientemente enérgico porque Bennett nunca descarta volver a unirse a su gobierno. Ocupó varias carteras, y representa a una derecha más religiosa que secular, con un énfasis en la intransigencia sobre la presencia y construcción en los territorios en disputa. Aunque mes a mes pierde intención de voto por las nuevas opciones, sacará alrededor de 10 escaños que podrían ir a una coalición con cualquiera. Lo más probable es que forme parte del próximo gobierno, sea cual fuere.
LISTA ÁRABE CONJUNTA
Hasta la semana pasada, esta era una unión de cuatro partidos árabes de todos los colores; islamistas, seculares, comunistas, propalestinos/anti israelíes. La deserción de Ra’am, un partido islamista, causa sorpresa porque si bien los motivos no están del todo claros, se cree que quien metió la cola fue el mismísimo Netanyahu, otrora experto en espantar a los miembros y votantes de esta lista. En la última elección sacaron unos valiosos 15 escaños, imposibles de repetir separados. Nunca formaron parte de ninguna coalición de gobierno y no lo harán este año tampoco, aunque en 2020 no estuvieron lejos. Además de que el voto se disipe por la deserción de una de sus cuatro patas fundacionales, hay un desencanto general con sus dirigentes en la sociedad árabe-israelí que podría castigarla votando a otros partidos de izquierda o bien ni siquiera asistiendo a las urnas.
SHAS y YAHADUT HATORA (Judaísmo Unido de la Torá)
Esto no es una única lista, sino dos, pero las ponemos juntas porque se mueven prácticamente en bloque. Representan a los judíos ultraortodoxos sefaradíes y ashkenazíes respectivamente. Vienen siendo fieles a Netanyahu en la formación del gobierno, recibiendo a cambio siempre ministerios… y poca condena y represalia oficial a las acciones de sus miembros y votantes. Los ultraortodoxos son quienes menos multas han recibido durante los sucesivos cierres y aislamientos por violar las restricciones, y están exentos de enlistarse en el ejército, algo que el partido que sigue combate. Obtendrán unas 7 u 8 bancas cada uno.
ISRAEL BEITEINU (Israel Nuestro Hogar)
Todo comenzó allá por finales de 2018 cuando Avigdor Lieberman renunció como ministro de Defensa, se salió de la coalición y los números no cerraron más. Las 7 u 8 bancas que tenga son las que le van a faltar a uno u otro bando para que cierren las cuentas. Casi todos sus votantes son inmigrantes de la ex Unión Soviética, bastante más halcones que Netanyahu, a un nivel similar al de Bennett, pero seculares. Aquí es donde los extremos pueden tocarse; Lieberman y los partidos de izquierda acuerdan sin problemas en cortar las excepciones para que los ultraortodoxos esquiven el ejército.
AVODÁ (Partido Laborista)
La inclusión del referente del judaísmo reformista (y el nuevo liderazgo de Merav Mijaeli) puede explicar cómo un partido secular vuelve de la muerte. Hasta hace dos semanas las encuestas daban que el partido que fundó y gobernó al país en sus primeros 30 años se quedaba por primera vez fuera de la Knesset. Mijaeli consiguió que la justicia electoral le otorgue internas, arrasó y puso de nuevo a Avodá en el mapa, sacando de carrera a otras opciones de centroizquierda como la del alcalde de Tel Aviv, Ron Huldaí, y al ex Yesh Atid Ofer Shelaj. No hay chances de que Mijaeli forme gobierno con Netanyahu, pero tampoco es seguro que vaya a cerrar con la alternativa si esta incorpora elementos demasiado de derecha.
MERETZ
Sin contar a los partidos árabes, es la opción más a la izquierda del espectro, con una base de votantes concentrada en el área de Tel Aviv. Totalmente secular, a favor de todas y cada una de las libertades individuales posibles, árabes en sus listas, fuerte defensor de la solución de dos Estados, pero a favor del libre mercado, porque tampoco la pavada. Aunque sean más reticentes que Avodá a sentarse con halcones, una posibilidad de quitar a Netanyahu del gobierno los haría analizar fríamente una coalición.
HATZIONUT HADATIT (Sionismo Religioso)
¿Creían que ya habíamos tocado las paredes? La lista encabezada por Bezalel Smotrich es el superlativo de derecha, pero no por él, que no es poco halcón, sino por el número cuatro, Itamar Ben-Gvir, líder de Otzmá Yehudit (Poder Judío), considerado abiertamente un partido kahanista. Para quien no sabe, en política israelí es mala palabra, y prácticamente sinónimo de terrorismo. Kaj, el partido original de Meir Kahane, fue proscripto de la Knesset por incitar a la violencia racista, y todo escaló hacia el final más horroroso en la Masacre de Hebrón de 1994. Aunque a Smotrich y su partido Tkumá no se le imputen estas aberraciones ideológicas, son número puesto para la coalición de Netanyahu, quien eventualmente tendrá que asumir el costo político de alimentar una colectora que incluiría un kahanista en su gobierno.
KAJOL LAVÁN (Azul y Blanco)
El ministro de Defensa y ex futuro primer ministro Gantz hizo un llamado a la centroizquierda a unirse, diciendo que él ya no tenía que ocupar el rol central. Ni en eso lo escucharon, y ahora Azul y Blanco corre serio riesgo de quedar bajo el umbral electoral. Hace un año y medio era el candidato más votado y dilapidó todo su capital al “creerle” a Netanyahu y formar un gobierno de emergencia debido a la pandemia. La lucha por aprobar un presupuesto fue la última antes de la disolución del parlamento, y ahora que están obligados a convivir en el gabinete hasta que se forme un nuevo gobierno, se pelean casi a diario por las medidas de cierre y restricciones. A Gantz sólo le queda superar el umbral, retener bancas, que le permitan ser parte de una coalición contra Netanyahu y tratar de reconstruir desde ahí, siempre y cuando no decida retirarse de la política.
HAMIFLAGÁ HAKALKALIT HAJADASHÁ (Nuevo Partido de la Economía)
El sueño tecnócrata de Yaron Zelija probablemente nunca se cumpla, pero algunas encuestas le dan chances de superar el umbral. Zelija propone una suerte de Que se vayan todos, una renovación y una lista hecha exclusivamente de técnicos y profesores y no de políticos. Si bien el clima está fecundo en Israel para este tipo de emprendimientos, no está claro si Zelija participaría de una coalición.
Diego Mintz
Periodista y productor multimedia. Editor de noticias en KAN en Español, Radio Nacional de Israel. Fue coordinador de podcasts en Radio Nacional Argentina y comunicación digital del Teatro Colón de Buenos Aires. Actualmente vive en Jerusalén, Israel.